Se estima que de tres a seis de cada 1.000 niños padecen la forma clásica de autismo. Nacer varón, además, comporta un riesgo cuatro veces mayor de sufrir este desorden psiquiátrico, que dura toda la vida. Los expertos apuntan a factores genéticos -cada vez más conocidos- y ambientales como responsables de su aparición. La detección precoz de los casos de autismo es el método más eficaz para minimizar los síntomas. Por tanto, reconocerlos desde su inicio es primordial, como lo es entender su forma de concebir el mundo que les rodea.
A partir de una edad muy temprana, los niños que presentan alguno de los trastornos del espectro autista (TEA) no miran a los ojos ni prestan atención a los gestos o a la expresión corporal, ya que presentan una percepción alterada del movimiento biológico, es decir, de los movimientos generados por el ser humano. Por el contrario, centran su atención en los labios, porque el ritmo de esta parte de la cara se encuentra en sintonía con el sonido del discurso.
Esta fijación en los labios les hace ignorar información social significativa para el desarrollo de la interacción con otras personas, puesto que el movimiento biológico está vinculado con la comprensión social y con el inicio de la relación del pequeño con la sociedad. Así lo asegura un nuevo estudio desarrollado en la Universidad de Yale en New Haven (EE.UU.) y publicado en la edición digital de "Nature". Los datos del trabajo proporcionan más información sobre cómo los niños con autismo experimentan el mundo que les rodea, sobre todo, durante sus primeros años de vida.
Movimiento e información social
El movimiento biológico es vital en el desarrollo social porque a través del mismo interaccionamos con otras personas, y crecemos y aprendemos por imitación. A través de mecanismos como la expresión facial o la dirección de la mirada, extraemos la información socialmente relevante. Un déficit en su percepción puede tener consecuencias significativas para detectar e interpretar esta información. Es lo que les pasa, según los investigadores, a los niños con autismo. El equipo sugiere que su capacidad para percibir de manera correcta el movimiento biológico podría estar ausente.
Los científicos compararon a niños de dos años con autismo con dos grupos: uno de la misma edad sin trastorno del desarrollo y otro, con retraso en el desarrollo. Observaron los respectivos patrones de atención cuando los participantes percibían un movimiento biológico. Este objeto que debían observar consistió en una figura humana (representada por unos cuantos puntos) que daba palmadas al ritmo de una canción infantil; en la parte izquierda la imagen estaba del derecho, en movimiento y sonido, y en la derecha estaba boca abajo y sin sonido.
Los niños con autismo se fijan poco en el lenguaje no verbal, básico para incorporar información social
Los resultados mostraron cómo la atención de tanto los niños con retraso en el desarrollo como los que no padecían ningún trastorno se centraba en la primera figura y en sus movimientos. Los niños con autismo, sin embargo, dividieron su atención a partes iguales entre las dos representaciones. Los investigadores atribuyeron esta atracción a la coincidencia entre el sonido de las palmadas con la alineación de los dos puntos de luz que representaban las manos.
En una segunda observación, en la que los expertos se fijaron a dónde los participantes dirigían la vista, se pudo observar que los niños con autismo se centraban en sintonías audiovisuales y no en el objeto humano en movimiento. Para los investigadores, este hallazgo sugiere que quienes padecen autismo son muy sensibles a los indicios físicos no sociales, y podría explicar por qué estos niños no consiguen mirar a los ojos de las personas, sino que se centran más en el área de la boca. Los investigadores añaden que, con sólo dos años, están en un punto de desarrollo diferente en el que aprenden de un mundo donde la coincidencia de la luz y el sonido es mucho más llamativa que la información social que se desprende del movimiento biológico.
La importancia de la detección temprana
Este descubrimiento es clave para comprender mejor el mundo que rodea a las personas que padecen algún TEA. Según los investigadores, aporta pistas esenciales para su detección precoz y es prometedor para el desarrollo de nuevas terapias basadas en redirigir la atención visual de los niños desde los primeros síntomas. De hecho, la detección e intervención temprana de los casos de autismo es, de momento, la manera más eficaz para el tratamiento.
La percepción del movimiento biológico se suma la gran variedad de síntomas ya conocidos que insinúan la presencia de un trastorno de este tipo. Pero su gran heterogeneidad impide establecer un patrón prototípico del desarrollo de los primeros síntomas: nunca dos personas tendrán los mismos síntomas, así como puede ser que la gravedad de los mismos varíe mucho en unos y otros. Incluso pueden variar en una misma persona en el transcurso del desarrollo de la enfermedad.
Según la Confederación Autismo España, las conductas "especiales" de niños con algún TEA se centran principalmente en tres áreas: alteración de la interacción social, alteración de la comunicación verbal y no verbal y, por último, repertorio restringido de intereses y comportamientos. La primera área se centra en el aislamiento social, la pasividad en la interacción social (interés escaso y furtivo hacia los demás) o las relaciones extrañas o unilaterales y la capacidad limitada de empatía (aunque son capaces de mostrar afecto a su manera).
El segundo aspecto engloba desde aquellas personas que no desarrollan ningún tipo de lenguaje hasta aquellas que muestran una fluidez engañosa. Sea como sea, todas carecen de la habilidad de tener una conversación normal (repetición continua de palabras o frases, inversión pronominal o invención de palabras), evitan el contacto visual y tienen una expresión corporal muy limitada.
En referencia a la restricción de comportamientos e intereses, en los niños con TEA es frecuente ver reducida la capacidad imaginativa. Presentan también patrones de conducta ritualistas y repetitivos y de gran resistencia al cambio. En muchos casos, además, se da una sensibilidad inusual hacia los estímulos sensoriales (táctiles, auditivos y visuales), ansiedad, trastornos del sueño y de la alimentación, trastornos gastrointestinales y rabietas violentas.
APÚNTATE
- Imagen: Marco Michelini -
Recientemente se ha puesto en marcha la octava edición del programa "Apúntate", con el que voluntarios universitarios dan apoyo y orientación a los afectados y a sus familiares en su vida cotidiana, ocio y tiempo libre. Este programa, impulsado por Obra Social Caja Madrid y el Centro de Psicología Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid, se vuelve a llevar a cabo como respuesta al incremento del número de personas con autismo y a la falta de profesionales médicos especialistas en España. La nueva edición, con 252 voluntarios, ha prestado ya atención a 197 personas.
Con esta intervención se pretenden paliar las carencias asistenciales (psicólogos, logopedas, terapeutas ocupacionales y trabajadores sociales) que existen para abordar este desorden psiquiátrico. Los participantes se ponen a disposición de las familias que ven con frecuencia limitado su tiempo libre para llevar a cabo actividades cotidianas como puede ser, incluso, hacer la compra. Estos voluntarios ofrecen, por tanto, un respiro a los padres o tutores de personas con autismo.
Esto supone el primer paso para futuros profesionales dedicados al diagnóstico y al tratamiento del autismo, ya que se estima que un 17% de los voluntarios continuará trabajando en un puesto relacionado con esta patología y un 56% permanecerá vinculado al ámbito del autismo o de la discapacidad. En España, desde el inicio en el 2001, ya se han beneficiado de la puesta en marcha del programa 709 personas con TEA y se han suma en total 861 voluntarios universitarios. Además, alrededor de 2.000 personas, calculando entre dos y tres familiares por cada persona con trastornos del espectro autista, se han beneficiado indirectamente también de "Apúntate".
FUENTE: EROSKY CONSUMER.
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